Las nubes me engañaron con la luna y ni siquiera los pájaros pudieron consolarme. Las ocho tardes que me prometiste se fugaron lentamente, dejándome sola. Duele ver que las sábanas rotas abandonan su dignidad roja y la convierten en quizáses.
Me perturba dormirme y despertar dentro de otro sueño. Llorar que nos reíamos, odiar que nos amáramos. Uno a uno caen los silencios incómodos y se hacen añicos contra el piso. La imagen virtual se dio vuelta, y otra vez es corpórea, es real. Pensarás que estoy loca, que tantas mandarinas me hacen ver visiones. Yo te digo que no importa, es más, te lo grito. Te devuelvo tus alas de plomo, esas que me diste un martes, para que voláramos juntos y nos mimetizáramos con las mariposas, o muriéramos de la mano, en lo azul pudriéndonos de a poco.
Tu felicidad canta junto al manzano, y la mía, anda por allí… con frío seguro. La llave y la maceta se perdieron hace tiempo, y mi maleta acumula inviernos dormidos. Me da tanta pena despertarlos. Prefiero huir, lisa y pura, sin relojes ni amuletos, con lo puesto.
Los barcos de papel que tengo en el bolsillo me bastan y me sobran.
Sí, sí, sé que es eso.
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