sábado




CALIPSO

Sóla, canta a la tierra, besa la orilla, llora en la piedra. Calipso.
Vino y se fue, y le prometió tantas cosas, el tiempo se desvaneció entre sus dedos. La felicidad ya es nostalgia. Cuesta imaginar, el olvido arrasa. Propusieron, desearon, hicieron lo imposible. Pero nadie puede luchar con los designios oscuros (velados) de el destino narrado por un hombre barbudo.

LLegó y le susurró palabras dulzonas al oído. Juntos se bañaron en el mar y soñaron con amarse. Jugaron a buscarse y encontrarse. A leerse las miradas y sufrir en los silencios. Qué fría es la Ogigia sin su amado. Lastima el aire y la ausencia de su cuerpo. La dejó a la deriva en tierra firme.

La balsa se llevó sus ilusiones, y el vaivén de su figura que a lo lejos se perdía, la sumió en el más dulce delirio. Una lágrima, nada más, ni nada menos. La brisa la tomó de su mejilla y la llevó lejos, pero la pena se hizo más onda en su corazón de diosa. Inmortal su cuerpo, inmortal su pena.

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