sábado

VAInilla


Te miro y no tiemblo. Las crisálidas no despiertan de su sueño gástrico. Sos vos, es él, es ella. ¿Qué más da? Me tocas, me dejo tocar. Me estremezco bajo tu tacto pero sólo es algo corporal, más bien mecánico. Tu mano se va y huye el frenesí momentáneo. Trato de ahogarme en tus ojos, pero hay tanto que me tienta en las orillas, que prefiero perderme en la selva. Oigo tu voz y espero el impacto. Pero sigo esperando, y mi abismo no entra en tu puente, y mi suspiro te suena a delirio. Para vos todo lo que hago sabe a miel, lo presiento en tu sonrisa. Me gustaría tener el sabor correcto, no una burda esencia de vainilla, empalagosa e impalpable. Tu canto no me provoca desasosiego, ni comezón, ni curiosidad. Algo en vos no me desvela, no hay eclipse. Ni la casualidad, la avaricia, el rock o la lluvia pudieron hacer que mi voz se quebrara o mi boca te buscara. Y mientras, la brisa se lleva el verano, la ciudad nos envuelve de nuevo, la vergüenza suplanta a mi sombra y sigo esperando el impacto.

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